Hace 27 años, el estadunidense Charles James Moore hizo un hallazgo que cambió la forma en que miramos el océano. Su descubrimiento marcó un antes y un después en los mares del mundo y cuya contaminación plástica podría provocar la extinción humana.
Luego de participar en una regata, el capitán Moore navegaba de regreso a casa, al sur de California, cuando se dio cuenta que algo estaba mal en las aguas del Pacífico.
Tenía una sensación de que algo estaba mal, me preguntaba: ¿Qué está pasando aquí?, no puedo mirar la superficie del mar por más de cinco minutos, sin ver pasar algo que no debería estar ahí”, explicó.
El capitán Charles Moore se encontraba en aguas profundas, en medio de la nada, en un lugar recóndito del Pacífico norte.
Es el área entre San Francisco y Hawái, donde hay una distancia de mil millas (mil 609 km) de cualquier isla, de cualquier costa, es el área más remota del mundo”, detalló.
Ante sus ojos, miles y miles de piezas de plástico, de todos colores y todos tamaños, que forman una especie de nata en el océano.
El plástico está en toda la columna de agua, naturalmente lo que más se puede ver son las piezas de plástico que flotan en la superficie”, indicó.
El “gran parche de basura del Pacífico”, descubierto en 1997 por Charles James Moore, ocupa actualmente una superficie de 1.6 millones de km2, casi del tamaño de México, que tiene 1.9 millones de km2. La última vez que el capitán viajó hasta allá fue en 2023.
Es tan grande que no puedes decir: ¡Ahí está!, porque el área es igual al tamaño de cualquier país”, dijo.
Se trata de una inmensa sopa de plástico de todo el mundo que se concentra en esta zona de convergencia entre el agua cálida del Pacífico Sur y el agua fría del Ártico, conocido como el Giro del Norte del Pacífico que, en primer lugar, impacta en la base de la cadena alimenticia.
En los estudios que realizamos detectamos seis kilos de plástico por cada kilo de zooplancton en nuestras redes”, señaló.
Tras el hallazgo de dicho parche, Charles Moore creó la Fundación Algalita y el Instituto Moore para la Investigación de la Contaminación Plástica, para advertir al mundo sobre la plaga del siglo XXI, que podría provocar la extinción de la humanidad.
Toda la población del planeta junta pesa menos que un año de producción de plástico. Si eso va a suceder año tras año tras año, hay peligro de extinción, no solamente para el ser humano, sino para todos los animales de la Tierra”, alertó.
Las pláticas que ofrece a nivel global, trajeron a Charles Moore hasta Cancún para participar en el Segundo Foro por el Océano desde el Caribe Mexicano, acto organizado por Delphinus, que este año abordó el tema de la contaminación marina por plásticos.
Miguel Canseco, coordinador del Foro por el Océano, subrayó que los científicos que participaron con ponencias magistrales y en mesas de discusión revelaron que el plástico está por todas partes, desde lo más profundo del mar hasta la leche materna, la placenta, el cerebro y el torrente sanguíneo de los humanos.
El también gerente de Responsabilidad Social y Comunicación Corporativa de Delphinus, destacó que el foro arrojó una serie de conclusiones y recomendaciones sobre la necesidad de crear una economía circular, impulsar la responsabilidad extendida del productor y evitar a como dé lugar el consumo de plásticos de un solo uso.
Estos resultados serán enviados a los tomadores de decisiones de los tres niveles de gobierno para darles elementos para la redacción de políticas públicas, en torno al uso sostenible y la conservación de los recursos del mar y del océano”.
IMPULSAN BIOPLÁSTICOS
La era digital ha catapultado al e-commerce, una de las actividades que más residuos plásticos provoca y que, de acuerdo con Oceana México, en 2027 generará un acumulado de 17 mil 740 millones de kilos de residuos plásticos, lo que equivale a 177 veces el peso del Estadio Azteca.
Ante la necesidad de proteger, transportar y almacenar productos, así como la creciente demanda de consumidores por opciones amigables con el medio ambiente, crece el llamado a la aplicación de medidas alternas que contribuyan a la lucha contra la crisis climática.
Una de esas acciones es el uso de “los bioplásticos, que van a terminar sirviendo como fuente de energía y alimento para el planeta. En esta biodegradación, que se da entre tres y 20 meses, se reintegra a la tierra sin afectar a otros seres vivos, no deja fragmentos de microplásticos, no son biotóxicos ni tóxicos por metales pesados”, dice a Excélsior Macarena Chaves, country manager en Bioelements México.